domingo, 7 de abril de 2024

Tamerlán y el destino de la URSS

Stalin, el dictador soviético, tenía una obsesión: quería hacerse con los restos del famoso conquistador mongol del siglo XV Amir Timur Gorgan, más conocido como Tamerlán. La intención era presentar la evidencia que mostrara que los soviéticos eran descendientes de tan temible estirpe mongola y los legítimos dueños de Asia Central.

Tamerlán y el destino de la URSS
Durante la segunda mitad del siglo XIV. el sucesor del gran Gengis Khan, convirtió en cenizas miles de poblaciones creando un vastísimo imperio a un coste brutal de 17.000.000 de vidas humanas, el 5% de la población de entonces. El imperio Timúrida, abarcó los territorios de los actuales Afganistán, Irak, Irán, India, Kazajistán, Kirguizistán, Kuwait, Pakistán, Rusia, Siria, Turkmenistán, Turquía y Uzbekistán. Intentó hacerse con la China de la dinastía Ming (la de los famosos jarrones) pero no lo consiguió.  La enormidad de China complicó muchísimo la invasión: escaseaban los suministros y las comunicaciones eran muy complejas. Todo complicado aún más por el duro invierno. Tamerlán para entonces estaba mayor: tenía 68 años y terminó muriendo tras una enfermedad. Fue enterrado en el gigantesco Mausoleo de Gur-e Amir (tumba del rey), en Samarcanda, la capital de Timúrida y que hoy está en Uzbekistán.  

La obsesión de Stalin por encontrar la tumba de Tamerlán le venía de tiempo atrás. El principal motivo es que era un héroe que que personificaba el gran espíritu de lucha y resistencia de los soviéticos. También creía que encontrar el lugar de descanso del emperador mongol aportaría riqueza para la URSS ya que se pensaba que ocultaba grandes tesoros. El 19 de junio de 1941, se abrió el sepulcro. Los restos, embalsamados con almizcle, agua de rosas y paños de lino estaban dentro de un ataúd de madera de ébano. Como sucede con las momias egipcias, la tumba de Tamerlán también tiene una historia de maldición, que afirma que: "Aquel que abra esta tumba se enfrentará a un enemigo más cruel que yo" , despertará a los demonios de la guerra, y que el temido conquistador mongol regresará de entre los muertos.

Tamerlán y el destino de la URSS
Un equipo forense, dirigido por el del antropólogo Mikhail Gerasimov, debía confirmar la creencia de Stalin sobre su parentesco con Genghis Khan y si se podía emparentar con Stalin y los soviéticos. A pesar de que el encargado del mausoleo insistió la maldición y les rogó que no profanaran la tumba, la orden de Stalin era inapelable. Frente a unas cámaras que lo filmaban todo, Gerasimov abrió la tumba y levantó el cráneo de Tamerlán. Las imágenes fueron enviadas inmediatamente a Stalin.

Tamerlán y el destino de la URSS
Los restos fueron trasladados a Moscú, donde fueron analizados. Partiendo de los restos del cráneo Gerasimov reconstruyó el rostro de Tamerlán. También se dictaminó que tuvo una estatura de 1,72m, cojera y el brazo derecho ligeramente atrofiado por una antigua herida de guerra.

Según contó uno de los camarógrafos que filmaron la exhumación el general Gheorgi Zhúkov pudo convencer a Stalin de que lo mejor era que devolviera los restos de Tamerlán a su tumba, por el bien de la Unión Soviética. Finalmente, los restos de Tamerlán volvieron a Samarkanda.  

¿Casualidad? o ¿no? La Operación Barbarroja comenzó tres días después de abrirse la tumba. Stalin, no creía que Hitler le traicionaría, pero así fue. Le costó creerlo. Cuando se le confirmó la invasión alemana quedó abatido. Otro hecho que parecía refrendar la maldición fue que tras volver Tamerlán a su lugar de descanso el VI Ejército germano falló en su intento de hacerse con Stalingrado cuando parecía que iba a lograrlo.    

Para saber más:
100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Hernández
National Geographic
El Mundo
La Brújula Verde
ABC
La Vanguardia

domingo, 24 de marzo de 2024

La operación más audaz de la Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial se llevaron a cabo diversas y arriesgadas misiones, pero la Operación Jaywick, fue un audaz plan aliado que fue un éxito. La planificación y la osada ejecución de una incursión de más de tres mil doscientos kilómetros a través de las líneas enemigas no tenía precedentes.

La operación más audaz de la Segunda Guerra Mundial
El SOA (Special Operations Australia), que se creó en marzo de 1942, trabajaba de forma encubierta bajo la tapadera del Departamento de Servicios Inter-Aliados (IASD) en Melbourne. En la organización trabajaban varios miembros británicos del SOE que habían escapado del Singapur ocupado por los japoneses. En el mes de junio, se organizó una unidad de comandos denominada Unidad Especial Z, posteriormente se conoció como Fuerza Z formada principalmente por tropas australianas aunque entre ellos había algún británico. Su misión era el reconocimiento y sabotaje detrás de las líneas enemigas. 

En 1943, el capitán de los Gordon Highladers, Ivan Lyon y el civil australiano Bill Reynolds, crearon un audaz plan para atacar a la marina japonesa. en el puerto de Singapur. 

El entrenamiento fue organizado y llevado a cabo por Lyon y el Capitán Davidson en Camp X, una zona inaccesible a lo largo del río Hawkesbury en Nueva Gales del Sur. Para el largo viaje se usaría un pesquero costero japonés que poseía Reynolds llamado Kofuku Maru, que había utilizado para evacuar refugiados de Singapur. Para la misión fue rebautizado como Krait, por una pequeña y mortal serpiente asiática. 

La operación más audaz de la Segunda Guerra Mundial
Los 14 de la Fuerza Z, formado por once australianos y tres británicos, partieron el 2 de septiembre de 1943 de Australia para llegar a Singapur, que se encontraba ocupada por los japoneses. Navegaron miles de kilómetros en el pesquero a motor Krait. Durante su larguísimo viaje los hombres tuvieron que vestir pareos y tener la piel pintada, para que pudieran pasar por pescadores malayos. 

La noche del 24 de septiembre llegaron a las costas de Singapur, anclaron su pesquero y seis comandos remaron 50 kilómetros unas canoas plegables para esconderse en una cueva en una pequeña isla cerca del puerto. En la noche siguiente remaron hasta el puerto de Keppel en sus canoas ocultos por la oscuridad. Allí, colocaron minas lapa con temporizadores en los barcos japoneses antes de volver a sus escondite. Al día siguiente, resultaron gravemente dañados o hundidos seis barcos mercantes japoneses, con un peso total de unas 40.000 toneladas. Escondidos en la cueva esperaron a que se calmara todo y unos días después regresaron al Krait.

La operación más audaz de la Segunda Guerra Mundial
El 19 de octubre, los 14 hombres regresaron sanos y salvos a Exmouth, Australia Occidental, tras un viaje de 48 días, aunque se toparon en el estrecho de Lombok con un buque de guerra japonés, que navegó junto a ellos unos 20 minutos. Durante el encuentro la tripulación estuvo a punto de estrellar su propio barco, con la proa cargada de potentes explosivos contra el navío nipón. Pero finalmente cambió de dirección y se fue, sin ningún motivo. 

El ataque fue un importante golpe psicológico para los japoneses a los que les pilló completamente por sorpresa. En ningún momento sospecharon que todo fue organizado desde Australia así que supusieron que había sido llevado a cabo por saboteadores locales. Los nipones realizaron una ola de detenciones, torturas y ejecuciones dirigida principalmente a chinos, malayos locales en lo que se llegó a conocer como el "Doble Décimo", en referencia al 10 de octubre, día en que se iniciaron las detenciones masivas. Los aliados nunca reivindicaron el ataque, posiblemente para preservar el anonimato de la unidad y el pesquero Krait.

Al éxito de Jaywick le siguió la Operación Rimau que fue un fracaso. Supuso que todos los participantes, incluido Lyon, murieran en combate o fueran capturados y ejecutados por los japoneses.

El Krait se encuentra en exhibición en el Museo Marítimo Nacional de Australia de Sydney desde 1988.

Para saber más:
Australian War Memorial
El Gran Capitán
Web Archive
Combined Fleet
Web Archive
Wikipedia

domingo, 10 de marzo de 2024

La televisión durante el III Reich

Puede que resulte sorprendente pensar que la Segunda Guerra Mundial pudo haberse convertido en la primera guerra televisada, aunque ese dudoso honor acabaría recayendo en la de Vietnam dos décadas después. La verdad es que no estuvo tan lejos de suceder. La población alemana fue la primera en ver en la pequeña pantalla los noticiarios, ofreciendo la guerra prácticamente en directo. 

Vayamos a 1935, cuando se realizaron las primeras emisiones experimentales de televisión, aunque para la década de 1920 en Alemania ya hubo varias investigaciones al respecto y Manfred von Ardenne logró la primera transmisión de televisión totalmente electrónica con tubos de rayos catódicos en 1930. La tecnología germana había conseguido ponerse a la vanguardia creando los primeros televisores. Eran mucho más pequeños que los actuales, de forma más redondeada, estaban encajados en un mueble de madera de un metro y medio de altura y, en principio, no estaban destinados para el uso doméstico sino para su visionado público

Para estas emisiones se utilizaron algunas oficinas de correos de Berlín en las que se habilitaban una sala que permanecía en penumbra para aumentar la reducida luminosidad de la pantalla. Junto a ella se sentaba un técnico que, en el caso de que se produjeran interferencias o se perdiese la emisión, sintonizaba de nuevo el televisor. 

El auténtico bautismo de fuego de la televisión alemana fueron los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. Hitler quería impresionar al mundo exhibiendo una organización del evento perfecta y uno de los elementos de propaganda que quiso potenciar fue la televisión. Para ello, se creó la retransmisión deportiva, gracias a unas innovaciones técnicas que permitieron emitir en directo una prueba con una diferencia de poco más de 1 minuto y medio. Lo que tardaba la película con la que era filmada en quedar revelada y ser emitida a los estudios centrales que reenviaba la emisión a todos los receptores. El laboratorio móvil estaba situado en el interior de unos camiones sobre los que se fijaba la cámara. Las imágenes recogidas por ella pasaban directamente al interior del camión donde se producía el revelado rápido y a través de una antena se enviaban las imágenes. Incluso llegaron a realizarse transmisiones de partidos de fútbol pero estas se llevaban a cabo con una única cámara por lo que la calidad de la emisión era muy diferente la que podemos disfrutar actualmente. Los juegos hicieron que las oficinas de correos experimentaran un aumento de telespectadores interesados en ver a través de la pequeña pantalla a los deportistas olímpicos. 

Finalizados los juegos, el interés por la televisión decayó, y en esto tenía algo que ver la escasez de recursos con los que contaban los responsables de este nuevo medio de comunicación. Por ejemplo solo disponían de un minúsculo estudio en el edificio de radio Berlín de unos dos metros cuadrados. El presentador debía aparecer en un primer plano con los rasgos acentuados por el maquillaje para aumentar el contraste. Al principio solo daba paso a reportajes o filmaciones

El tipo de programación no despertaba mucho el interés del público por lo que se comenzó a explorar la posibilidad de emitir programas en directo en el propio estudio. Para ello, era necesario contar con más medios y los responsables televisivos consiguieron un nuevo edificio de cinco plantas al que se trasladó la Deutscher Fernseh-Rundfunk. 

A pesar de este nuevo impulso al incipiente medio de comunicación, la realidad fue que los jerarcas nazis no lo apoyaron suficientemente. Se rumoreaba que el motivo era que el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels estaba descontento por la imagen que ofrecía de él la pequeña pantalla. Que no le hacía justicia y prefería la radio o el cine. Este escaso apoyo sirvió para que los dirigentes nazis no se inmiscuyeran demasiado en el funcionamiento de la televisión germana y permaneció bastante ajeno a la manipulación ideológica ejercida por el Ministerio de Propaganda. De todos modos, la programación solía incluir informaciones sobre el congreso anual del partido o entrevistas con dirigentes nazis de segunda fila, así como reportajes en los que se insistía en la pureza racial y el odio a los judíos.

En 1938, la Deutscher Fernseh-Rundfunk comenzó a adaptarse a los gustos del público para ello se inició la emisión de programas de variedades en directo que eran los que tenían más aceptación. A principios de 1939 la televisión ya estaba preparada para dar el gran salto a los hogares. Si hasta entonces había que desplazarse a una oficina de correos para poder verla, aunque algunos dirigentes nazis tenían un aparato en su casa, la técnica permitía ya la fabricación en serie de televisores y a un coste asumible por una familia de clase media. Fue la empresa Telefunken la que recibió el encargo de sacar al mercado 10.000 receptores de TV.  El objetivo era promocionar su venta en Navidad para comenzar así la definitiva expansión de la televisión. Pero, el 1 de septiembre se vino abajo este ambicioso proyecto. Empezó la guerra y esto supuso la interrupción provisional de las emisiones. Durante cinco semanas no hubo programación de ningún tipo. En octubre se reanudaron las emisiones pero los planes de popularización del medio quedaron suspendidos, sine die.

El esfuerzo de guerra obligó a poner todos los medios a disposición de las necesidades bélicas. Por lo tanto, la factoría Telefunken se tuvo que dedicar sus cadenas de producción a fabricar aparatos electrónicos vitales para las fuerzas armadas. Aun así la televisión siguió emitiendo, hasta finales de 1944, los habituales programas de entretenimiento, pero evitando cualquier referencia a la guerra. Finalmente el interés de las autoridades disminuyó aún más y pronto se llegó a ver la televisión como un pasatiempo que consumía unos recursos que podían ser de más utilidad en la guerra.

Para saber más:
Proyecto Idis
Archivos de Historia
La Vanguardia
WW2 Freak
Mubi
World War Two Film Inspector